"…Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado. Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas.
Se pasa el día diciendo, como tú: "¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!", lo que le hace hincharse de orgullo.
Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!..."
ANTOINE DE SAINT – EXUPÉRY
Unidad 4
Capítulo 5
“El aprendizaje significativo en la Universidad”
Citando esta frase del Principito, quiero significar que los Docentes no debemos, al igual que el “contador” de este cuento, tratar de desarrollar nuestras actividades para que nuestros alumnos nos vean o califiquen como personas “serias”. No se trata de nosotros, sino de ellos: nuestros estudiantes, de ¿qué aprenden?, ¿cómo lo hacen?, ¿para qué lo hacen?, ¿alcanzan los objetivos que nos propusimos?, ¿de qué manera?
Tomando como punto de partida las enseñanzas del Dr. Daniel Prieto Castillo –en este caso en particular sobre el Aprendizaje Significativo - voy a dar comienzo a mi práctica de la siguiente manera:
Entendemos con “aprendizaje significativo” a un tipo de aprendizaje que produce desarrollo en un sujeto, que se articula con los aprendizajes anteriores y con los saberes y percepciones de cada quien, que produce un crecimiento en el sentido de abrirse a otras maneras de comprender y de relacionar.[1]
Para el educador universitario es significativo un aprendizaje que permite la revisión crítica de la propia experiencia de educador, sin arrasar lo que uno ha construido y sin intentar negarse a partir de alguna propuesta teórico-metodológica que vendría a cambiarlo todo.[2]
El Dr. Daniel Prieto Castillo continúa sosteniendo que “es significativo un aprendizaje que me permite recuperar el placer de educar, que me devuelve la alegría (y la energía) de acompañar a otros seres en la construcción de su mundo y de sí mismos. Trabajamos no solo para lograr el sentido de nuestros estudiantes, sino también el nuestro como educadores. Interesa siempre una educación con sentido para el alumno y para el educador.”[3]
Las comprobaciones realizadas por el Dr. Prieto Castillo, me permiten recordar los aprendizajes poco significativos, en particular el que tuve durante el cursado de la Materia “Derecho Procesal Civil” de la Carrera de Abogacía en la Universidad Nacional de La Rioja. El Titular de la Cátedra mencionada era un Docente oriundo de la Ciudad de Córdoba, que viajaba todos los días viernes a La Rioja para poder dictar sus clases.
Ese último día hábil de cada semana, cada vez que inexorablemente llegaba producía en mi interior un sufrimiento enorme, ya que sabía que debía concurrir a dicha clase porque la asistencia era obligatoria. La angustia se relacionaba con “la forma” o “el método” que aplicaba el docente que era algo parecido al “método de casos”, entendido este como “la descripción de una situación concreta con finalidades pedagógicas para aprender o perfeccionarse en algún campo determinado, proponiendo un caso a un grupo-clase para que individual y colectivamente lo sometan al análisis y a la toma de decisiones.”
En ese momento desconocía, al igual que la mayoría de mis compañeros, la existencia de esta forma de enseñanza, ya que estábamos acostumbrados a las clases expositivas donde el Docente nos explicaba el tema y si había alguna duda en relación al mismo podíamos hacer las preguntas que fueran necesarias.
Al comenzar a utilizar este método, sin explicarnos qué buscaba, o en qué consistía, las clases se volvían tediosas y sin sentido ya que estábamos todos con la cabeza baja tratando de que el Profesor no nos mirara para hacernos pasar al frente a resolver un caso particular – siempre relacionado con la realidad existente en ese momento.
La angustia no se limitaba solo al momento del cursado, ya que al momento de rendir los parciales nos calificaban por la teoría que no había sido explicada ni vista en clases y no por el “método de casos”, entonces el estudio de esta materia se volvía intolerable.
Hoy, al mirar hacia atrás y recordar aquellos momentos de nervios puedo comprender lo que quizás pretendió hacer aquel profesor y veo que no logró sus posibles objetivos. El aprendizaje, en mi caso particular de aquella materia, se produjo sin mediación ni guía por parte de quien debía hacerlo; que distinto habría sido si el docente hubiera explicado en qué consistía su forma de enseñar, su método, qué pretendía que comprendiéramos, cómo iba a evaluar, qué iba a evaluar y no solamente aplicar conocimientos que él tenía de la manera que creyó adecuada pero no lo fue.
En otro extremo, y ahora sí en relación a un aprendizaje verdaderamente significativo como estudiante, lo experimenté al momento de cursar la materia Derecho Constitucional, el docente titular verdaderamente era alguien con un manejo de los contenidos de la asignatura increíble y causaba admiración a todos los que tuvimos la oportunidad de cursarla con él.
El dictado semanal de la misma tenía una duración de cuatro (4) horas, las cuales sentía que eran pocas y no me alcanzaban para disfrutar de la transferencia de conocimientos que se producía en esos momentos. Tan bastos eran sus conocimientos que articulaba e integraba todos los significados sin ningún tipo de problemas.
Este aprendizaje significativo produjo un cambio cognitivo en mis saberes a largo plazo, ya que lo que aprendí en esas clases no lo olvidé jamás y pude aplicar esos conocimientos en el ejercicio de mi profesión, como así también en mi tarea docente.
Pretendo en mi tarea como docente, llegar a producir en los alumnos un verdadero aprendizaje significativo, creando estrategias para que estos puedan manejar su verdadero potencial individual basado en sus conocimientos ya adquiridos a lo largo de su carrera, que sepan cómo contrastar ideas, defenderlas, reelaborarlas produciendo nuevos aportes.
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